El Mercurio
Por Jaime Donoso Arellano
Bajo la conducción de Leonid Grin, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile brindó el viernes un programa que contempló el Concierto Nº 3 para piano y orquesta de Serguei Rachmaninov, que tuvo como solista a Dmitri Levkovich, pianista ucraniano-canadiense, y las "Variaciones enigma", de Edward Elgar.
La obra de Rachmaninov (1909) arrastra el mito de ser uno de los conciertos más difíciles jamás escritos y, sin duda, sus dificultades técnicas son temibles. Hecho a la medida del compositor (y de su mano), es una exhibición de un virtuosismo apabullante con el que Rachmaninov se lucía sobre el escenario. La superabundancia de notas está al servicio de un romanticismo exacerbado, a veces enrarecido y sofocante, al cual contribuye el denso tratamiento del acompañamiento orquestal.
Levkovich es dueño de una técnica fenomenal. De sonido algo agresivo y metálico en los forte , navegó a través del fárrago rapsódico de la obra con absoluta solvencia. Momento culminante fue la ejecución de la cadenza del primer movimiento. Rachmaninov le dio al intérprete la posibilidad de elegir entre dos cadenzas , la original y otra alternativa ( ossia ), mucho más larga y escabrosa; Levkovich eligió esta última. Las ovaciones fueron estruendosas y el solista tocó dos obras fuera de programa.
La música, con su lenguaje abstracto y asemántico, resiste toda clase de asociaciones. Ocasionalmente, los compositores utilizan títulos y referencias extramusicales, que no tienen por qué ser compartidos por intérpretes y auditores, que dan cuenta solamente del elemento que sirvió de catalizador para la creación. El autor también puede permitirse charadas y acertijos que, en el afán de descifrar el misterio, provocan las más descabelladas (y muchas veces inútiles) explicaciones. Edward Elgar escribió sus "Variaciones enigma" en 1899, con 13 variaciones a partir de un tema original. Cada variación es rotulada con las iniciales o sobrenombre de personas pertenecientes al círculo íntimo del compositor: "adivina, buen adivinador". El enigma es mayor cuando nos enteramos de que, según el propio Elgar, habría un tema oculto presente en toda la obra... En todo caso, tal vez solo los contemporáneos de sir Edward pudieron juzgar si la descripción musical de sus amigos fue acertada. Nosotros nos debemos "conformar" solo con la excelente música que resultó.
Descontando algunos momentos algo soñolientos, la hermosa obra tuvo una correcta interpretación por parte de la orquesta, alcanzando un memorable nivel de expresividad en la variación IX ("Nimrod"), basada en el movimiento lento de la Sonata Patética de Beethoven. Grin, como es habitual, sobrio y con plena autoridad musical.
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