El Mercurio
Juan Antonio Muñoz H.
El peruano Juan Diego Flórez es un tenor solicitado por los más importantes escenarios de ópera del planeta, pero esta vez su arte tuvo una extensión a otro plano: descontados técnica y virtuosismo, su canto fue capaz de comunicar los grandes anhelos de la humanidad. Desde la necesaria alegría por la fiesta y el amor hasta el dolor por la guerra y el alejamiento de la patria encontraron un sitio en su voz; así, la música disolvió, al menos por un momento, las fronteras físicas y el egoísmo que suele instalarse entre los pueblos.
No fue solo un concierto, sino que también una experiencia múltiple, culta y popular, emocionalmente rica, y la constatación de que la música une las almas y es el mejor catalizador de la paz.
Con su canto de pasmosa facilidad, Flórez recorrió un repertorio amplísimo, olvidando esta vez por completo a Rossini, compositor sobre el que ha basado su carrera. El tenor, que está en una etapa de transición, viajando desde el repertorio para un lírico-ligero al de un lírico con visos de spinto , inició el recital con el recitativo y aria "È servato a questo acciaro", de "Capuletos y Montescos" (Bellini); luciendo "histrionismo cantábile", demostró que su voz ha ganado en espesor, manteniendo la fluidez de la emisión y el brillo de sus fáciles e interminables agudos, como también su prodigiosa capacidad para las coloraturas y ese noble fraseo que es imprescindible en páginas como "Una furtiva lagrima" (Donizetti). Estuvo muy bien en dos de las arias del Duque de Mantua de "Rigoletto" (Verdi), "Questa o quella" y "La donna è mobile", y triunfó, ya en las tierras del lirismo más concentrado, en "De'miei bollenti spiriti", de "La Traviata" (Verdi), y en "Che gelida manina", de "La Bohème" (Puccini).
La segunda parte trajo su aproximación más reciente al repertorio romántico francés, donde todavía tiene que ahondar en términos interpretativos y cuidar sfumature y nuances , ineludibles en "Fausto" (Gounod) y "Werther" (Massenet). Eso, aunque con su voz siempre consiga resultados sorprendentes, que encandilan a los que recién entran en el mundo de la lírica.
Luego vino la gran fiesta, que partió con una delicada versión de "La flor de la canela", de Chabuca Granda, con la audiencia en estado de éxtasis, seguida de "Yo vendo unos ojos negros" y un "Medley caribeño" donde "Piel canela", "Mucho corazón" y "Guantanamera" arrebataron la noche con un intérprete a sus anchas, jugando con la voz, los ritmos y la expresividad. Finalizó el programa con "Nessun dorma" (Puccini), aria que, a pesar del impacto de sus agudos, no es para él.
Pero no terminó ahí. Chilenos y peruanos, que repletaron el Movistar Arena para este recital gratuito debido al Banco Santander, lloraron y rieron en esta noche inolvidable en la que miles de teléfonos celulares prendidos, a modo de antorchas, celebraron la entrañable versión de Flórez para "Solo le pido a Dios", del cantautor argentino León Gieco.
A un aplaudidísimo y coreado "Si vas para Chile", Juan Diego Flórez, incansable y guitarra en mano, equilibrando bien la emisión lírica con aquella de cauce más popular, sumó páginas como "Volver", "José Antonio" y "Cucurrucucú, paloma", donde exhibió un fiato imposible de igualar, culminando con una apabullante "Granada".
Lo acompañó la Orquesta Ciudad de Santiago, de poca experiencia y sonido muy desigual, a tientas en partituras difíciles. El director Hugo Carrió hizo lo que pudo, consiguiendo mejores resultados en la zarzuela "Las bodas de Luis Alonso" (Gerónimo Giménez) y en el rítmico "Danzón" (Márquez), pero las oberturas de "Don Pasquale" (Donizetti) y "Nabucco" (Verdi), como también el preludio de "La Traviata" (Verdi) y el "Intermezzo" de "Cavalleria Rusticana" (Mascagni), no estuvieron a la altura.
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