El Mercurio
Formada por un grupo de aficionados, se ha convertido en un emblema local. Este 28 de julio vuelven al Club de Jazz, donde comenzaron a tocar en 1958.
IÑIGO DÍAZ
La cubierta del LP de 1975, también conocido como "el álbum naranjo", expone el manifiesto de este grupo chileno: "El jazz de la retaguardia". "La retaguardia es lo contrario a la vanguardia. Cuando formamos el grupo teníamos la idea de volver a las raíces", dice el pianista Antonio Campusano para explicar la idea musical de la Retaguardia Jazz Band.
Campusano es el único sobreviviente de la primera formación del grupo iniciado en 1958 "con mucho entusiasmo y poca vergüenza" por un grupo de músicos aficionados, varios arquitectos y estudiantes universitarios de distintas carreras. Hoy está cumpliendo seis décadas, que anota todo tipo de hitos: una decena de discos, actuaciones y grabaciones en el Teatro Municipal de Santiago, participaciones en los festivales Jazz in Marciac de Francia y Whitley Bay Jazz de Inglaterra, y una rotativa de más de 60 músicos.
"En los comienzos no había ningún músico profesional. Ahora tenemos solistas que son lectores a primera vista, cosa que antes hubiera sido imposible: Rodrigo Miranda (primera corneta), Víctor Gutiérrez (saxofón), Boris Ortiz (clarinete), Emanuel Valencia (segunda corneta), que es profesor de música y con 26 años es el más joven del grupo", señala Patricio Santibáñez, trombonista desde 1983.
Aunque los conciertos conmemorativos tendrán lugar en septiembre y octubre, este 28 de julio la Retaguardia volverá a actuar en el Club de Jazz, en la Casa Maroto, donde expondrá su amplio repertorio de material grabado principalmente en los años 20, la época de esa retaguardia jazzística: "Mabel's dream" (King Oliver), "Buffalo blues" (Jelly Roll Morton), el ragtime del 1900 "Swipesy cakewalk" (Scott Joplin), "Gatemouth blues" (Louis Armstrong) y por supuesto la famosa "Tiger rag", de la Original Dixieland Jass Band, la primera agrupación de la historia que grabó un disco, en 1917.
Es el patrimonio musical de un conjunto que de por sí es un patrimonio intangible. Se formó en ese mismo Club de Jazz, cuando su sede quedaba en calle Mac-Iver. "Teníamos 18 años. Yo estudiaba economía y Roberto Millar, arquitectura. Nos gustaba el jazz. Él tenía discos de Bobby Hackett y yo de Fletcher Henderson. Yo tocaba el piano desde niño y él no tocaba nada, así que se compró un clarinete sencillo en San Diego. Como tenía talento, lo hizo sonar jazzísticamente muy rápido", recuerda Campusano.
Pero como la intención era formar un conjunto, acudieron al club en busca de otros entusiastas. Allí Millar y Campusano conocieron al tubista Domingo Santa Cruz, hijo del eminente compositor clásico del mismo nombre, que, desde luego, estaba en contra de una música como el jazz. "Domingo tenía su grupo, la Santiago Jazz Band. Propuso armar un conjunto escuela y él nos bautizó como Retaguardia. Cuando su banda se acabó, en 1960 se integró a la nuestra", dice el pianista. Santa Cruz fue hasta 2002 uno de sus máximos símbolos.
Desde entonces la Retaguardia ha sido el gran preservador de ese folclor propio de la ciudad de Nueva Orleans. "La gracia de esta música es que no se sustenta en la capacidad de los solistas, sino en la conformación completa de la banda. A lo largo del tema van ocurriendo muchas cosas", dice Santibáñez, quien coincide con Campusano en que el futuro del grupo no está en duda: "Independiente de que nosotros, los más antiguos, no estemos, la Retaguardia va a seguir adelante con su plan de proyección musical".
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