Jaime Donoso A.
El viernes, bajo la dirección de François López-Ferrer, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile realizó en el Teatro de la Universidad de Chile su séptimo concierto de temporada.
La obra inicial fue la "Petite Suite", de Claude Debussy. Escrita originalmente para piano a cuatro manos (1888-1889), fue orquestada por Henri Büsser (1907), quien fue fiel al refinamiento sonoro del autor y tradujo las sonoridades del piano en un adecuado entramado orquestal que podría haber salido de la mano del compositor. Si bien no es el lenguaje innovador que estará presente después en la "revolución amable" que provocaron sus grandes obras, no hay que olvidar que a la época de su composición Debussy ya ha producido obras como "L'enfant prodigue", "La damoiselle élue" y muchas espléndidas chansons . La versión fue notable y López-Ferrer dirigió con una eficaz gestualidad, fina y elegante, que se tradujo en el dúctil trabajo de la orquesta.
Había gran expectación respecto de la obra "Rapsodia para días de duelo y esperanza" (1962), para guitarra y orquesta, del compositor nacional Darwin Vargas (1925-1988). Revisada después de su estreno por el autor y por el guitarrista Luis Orlandini, alcanzó la versión final que se oyó en el concierto, ahora reestrenada, actuando el propio Orlandini como solista. Aparentemente, la obra, concebida bajo la impresión del cataclismo de Valdivia de 1960, simbolizaría la capacidad de resiliencia del ser humano, encarnado en la guitarra, frente a la catástrofe, pero la parte orquestal no es lo suficientemente telúrica, a los solos de guitarra les falta una cuota de emocionalidad y parecen extraídos de otra poética. Confrontar la fragilidad humana frente a la salvaje naturaleza, es una buena idea, pero la peripecia musical acusa falta de ilación. Orlandini, a quien igual hay que agradecerle su noble misión de rescate, demostró, como siempre, una magnífica calidad artística y técnica impecable.
El programa continuó con el poema sinfónico "El cazador maldito" de César Franck, basado en la leyenda del noble que, haciendo caso omiso del respeto debido al día del Señor, sale de cacería y se ve maldecido por ello. La composición abunda en impactantes pasajes fantasmagóricos (en la tradición de Mendelssohn y Berlioz) y tuttis ampulosos y bombásticos, convincentemente interpretados por la orquesta y donde se lucieron los cornos.
El concierto terminó brillantemente con una muy buena versión de "La Valse" de Ravel, partitura prodigiosa, y donde destacó el trabajo de López-Ferrer, con absoluto dominio de los complicados rubat i que forman parte de este sarcástico y genial antitributo a los encantos de salón de un vals vienés.
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