domingo, noviembre 18, 2018

Lucho Gatica un músico universal



El Mercurio

El dramatismo de la actuación, la naturalidad de la conversación, el magistral manejo del rubato y el cambio de color o timbre de su voz, fueron los sellos con los que Lucho Gatica impregnó el bolero de los años cincuenta. 

Juan Pablo González Director Instituto de Música U. Alberto Hurtado.

Sir Joseph Lockwood, presidente de EMI Odeon, que había trabajado en Chile cuando joven, regresó de visita al país a comienzos de 1960, cuando este sello era responsable de la cuarta parte de las ventas totales de discos en el mundo. Elogiando el consumo discográfico en Chile, pero lamentando que la música chilena no fuera conocida internacionalmente, Lockwood destacó un par de excepciones, pues dos de los artistas más vendedores de EMI eran chilenos: Claudio Arrau y Lucho Gatica.

¿Cómo llegaba nuestro bolerista a tan alto sitial? Ya había pasado una década desde que Raúl Matas comenzara a apoyar su incipiente carrera, presentándolo en su debut en Radio Minería en 1950 y haciéndolo grabar con el trío Los Peregrinos el memorable bolero del cubano César Portillo de la Luz, "Contigo en la distancia". Todo esto bajo la atenta mirada de su hermano mayor Arturo, ya consagrado en el medio musical y cinematográfico nacional, que ejercía como su tutor artístico.

Sin embargo, el impulso central de su carrera siempre lo obtuvo Lucho Gatica de sí mismo, utilizando todos los medios que estaban a su alcance para desarrollar y encauzar su talento según los requerimientos de la época. Es así como no escatimó recursos para estar siempre bien vestido, utilizando sus primeras ganancias en sastrerías y buenos trajes. Asimismo, invirtió sus ahorros en una grabadora de cinta magnética, nuevo invento que salía al mercado a fines de los años cuarenta a precios muy elevados. Con ella, Gatica grababa canciones de la radio que luego se aprendía de memoria, ampliando considerablemente su repertorio y, lo más importante, se grababa a sí mismo, puliendo una y otra vez su forma de cantar, la articulación de las palabras, su respiración y el manejo del volumen sonoro, logrando un canto natural, por paradójico que esto fuera, avanzando del cantar al decir.

Es que el bolero nacido en Santiago de Cuba a fines del siglo XIX, había llegado a Ciudad de México en la década de 1920, desarrollándose en las manos del sofisticado pianista y compositor Agustín Lara y en las voces cultivadas de una serie de tenores y barítonos surgidos del conservatorio, como Pedro Vargas, Alfonso Ortiz Tirado y Juan Arvizu. Ellos encontraron en este género, con letras cercanas al modernismo de Rubén Darío, una oportunidad única para impulsar sus carreras hacia un mercado masivo. Es así como durante veinte años reinaron en América Latina cantantes líricos en la interpretación del bolero, con potentes voces de pecho, uso extendido del vibrato, y la capacidad de sostener largas notas agudas.

Entonces, Lucho Gatica, con su grabadora y su micrófono en su departamento del centro de Santiago, ocupaba todo el tiempo que podía para ensayar una y otra vez un modo de cantar más directo y personal, convirtiéndose en lo que por mucho tiempo los medios llamarán "cantante melódico". Tuvo algunos maestros en este cometido, como la cantante, actriz y bailarina cubana Olga Guillot, que ya cantaba con micrófono en radio desde niña, desarrollando más tarde ese dramatismo y sinceridad que la caracterizó y del que Lucho Gatica aprendió cuando la conoció en Santiago a fines de los años cuarenta. El dramatismo de la actuación, la naturalidad de la conversación, el magistral manejo del rubato -ligera aceleración o retardo del tempo mientras el acompañamiento se mantiene estable-, y el cambio de color o timbre de su voz, fueron los sellos con los que Lucho Gatica impregnó el bolero de los años cincuenta, la década de oro de este género.

La modificación tímbrica de la voz fue uno de sus rasgos característicos, variando el componente armónico de las notas mediante la alternancia de la voz de garganta y el falsete, el contraste forte/piano y las variaciones de la distancia y el ángulo del micrófono. El falsete lo usaba como ornamentación tímbrica o lo llevaba a frases completas y, en vez de vibrar las notas más largas como lo hacían los barítonos del bolero, las ornamentaba con pequeñas oscilaciones melódicas en torno a la nota principal. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en su versión de "Espérame en el cielo", de Francisco López Vidal, tango transformado en bolero y grabado en Santiago por Lucho Gatica en 1957 con el acompañamiento orquestal de Vicente Bianchi.

Su dedicado trabajo de aprendizaje y desarrollo de un nuevo estilo de canto se había visto coronado en 1953 con la extensa gira internacional organizada por su sello discográfico que culminaría en los estudios de Abbey Road en Londres. Allí grabó con uno de los pianistas y directores afamados de la época, Roberto Inglez, que finalmente siguió a Lucho Gatica a Chile, donde se radicó. Fue en esas sesiones donde registró "Bésame mucho", de la mexicana Consuelo Velázquez, bolero que más tarde generaría una comentada grabación de Los Beatles, pero como cover de la versión en inglés del grupo norteamericano The Coasters, no de nuestro Lucho Gatica.

En rigor, la identidad nacional del bolerista de los años cincuenta y luego del baladista de los sesenta se estaba diluyendo debido a los requerimientos de la industria musical de masificar una canción romántica exenta de localismos. Para llegar a ser el género central de la música hispanoamericana en general, el cantante no debía tener un acento particular, la letra no debía referirse a localidades específicas ni incluir modismos, y la música debía ser lo más neutral posible. Es en ese momento en que Lucho Gatica salta a la fama y, efectivamente, en el extranjero no se le reconocerá necesariamente como un cantante chileno, del mismo modo que Arrau tampoco fue promovido como un pianista chileno. Ellos eran músicos universales, nada más.

El regreso de Lucho Gatica a Chile luego de grabar en Londres fue triunfal. El verano de 1954 lo pasó en el Casino de Viña del Mar cantando cuarenta noches seguidas con la boîte del casino repleta. Sus actuaciones coincidían con el lanzamiento de su versión de "Sinceridad", de Rafael Gastón Pérez, un nicaragüense cuya nacionalidad tampoco era relevante en la popularización de su bolero. En esta grabación, Lucho Gatica ponía en práctica el modelo dramático y directo aprendido de Olga Guillot algunos años antes. Esa fue su despedida de Chile, pues a partir del año siguiente se radicó en México y solo sabremos de él por los discos, la prensa, la radio y sus eventuales visitas al país.

Las primeras grabaciones en México las realizó junto a la orquesta de José Sabre Marroquín, uno de los directores y arregladores más cotizados en el país del norte en los años cincuenta, con el que estableció una larga y fructífera asociación. Es así como logró su definitiva consagración internacional con los dos primeros boleros grabados con este director: "Historia de un amor", del panameño Carlos Almarán, y "No me platiques más", del mexicano Vicente Garrido. Este bolero se impuso en las radios mexicanas luego de un infatigable trabajo de autopromoción de Lucho Gatica y sirvió de tema central y título para la primera película donde apareció con un pequeño papel, tendencia que mantendrá en filmes posteriores. Luego siguieron "Tú me acostumbraste", "La barca", "El reloj", en fin, no hay bolero famoso que no esté impregnado de la voz de Lucho Gatica.

Nuestro bolerista universal seguiría enfrentando desafíos en los años que estaban por venir, principalmente por problemas en su voz que una cirugía no pudo resolver, y por la pérdida de protagonismo del bolero debido al auge de la música juvenil a mediados de los años sesenta. Es así como enfatizó su modo de cantar diciendo y buscó nuevos mercados en Asia y Medio Oriente, tal como lo haría Julio Iglesias una década más tarde. Además, se vinculó a artistas juveniles como Luis Miguel, incentivándolo a que grabara boleros, como el mismo Lucho Gatica señalara. De hecho, la mitad de los boleros del disco Romance (1991) de Luis Miguel corresponde a repertorio grabado por Gatica en los años cincuenta.

Desde 1992 nuestro bolerista comenzó a viajar más regularmente a Chile, presentándose en casinos, teatros y televisión, y recibiendo homenajes de sociedades autorales, de su ciudad natal, Rancagua, del Festival de Viña del Mar y del propio gobierno chileno. Es así como en 2002 recibió la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral en el grado máximo de Gran Oficial, entregada por el Ministerio de Educación. Si alguien preguntara en qué ha consistido el aporte educativo de Lucho Gatica para recibir un galardón así, la respuesta surgiría de inmediato: nos enseñó a amar.



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