El Mercurio
Recital / VIII Aniversario del Teatro del Lago
Por Juan Antonio Muñoz H.
Primero, la voz: un mar que pasa por todos los estados, desde la placidez a la turbulencia, con un volumen sorprendente y una facilidad pasmosa en todo el registro; se agregan la riqueza y variedad del color, los graves timbrados como si fueran los de una mezzosoprano y pianísimos entrañables. Y luego la entrega: sin artificios, joven; una expresividad cálida, que surge del corazón, ajena del todo a la pose de "la diva", nutrida en las sutilezas y la interioridad del primer Barroco.
La soprano búlgara Sonya Yoncheva (1981) es una artista que deslumbra por su forma de cantar, pero también por la naturalidad de su gesto escénico.
En su debut en Chile, para el octavo aniversario del Teatro del Lago (Frutillar), ofreció un programa consagrado a Jules Massenet y Giacomo Puccini. Partió con la escena y aria de Salomé de la ópera "Hérodiade", donde la dulzura de su voz se convierte en sensualidad y en imperativo amoroso.
La artista ha dicho que de Monteverdi aprendió que debe sumergirse en el texto, en las palabras, antes de siquiera imaginar la música, y eso quedó absolutamente plasmado en "De cet affreux combat... Pleurez mes yeux", de "Le Cid", desgarradora aria que solo las grandes se atreven a interpretar debido a su estructura, a sus muchas transiciones y a los saltos por el pentagrama a que la voz está sometida.
Fue translúcida la despedida de "Manon", "Adieu, notre petite table", otra vez con las palabras guiando la melodía mientras la línea de canto emanaba como sostenida por algo inmaterial. La primera parte culminó con una alucinante versión de "Dis moi que je suis belle", de "Thaïs", en un inusual enfoque dramático, al límite de la ferocidad.
Tras la pausa vino Puccini. Hubo algunos cambios respecto del programa anunciado. Inició con una ensoñada interpretación de "Se come voi piccina io fossi", de "Le Villi", que se escucha pocas veces en concierto, y se eliminó "In quelle trine morbide", de "Manon Lescaut", que fue sustituido por el más popular "O mio babbino caro", de "Gianni Schicchi". Luego de su conmovedora "Donde lieta usci" ("La Bohème"), finalizó el programa con un estremecedor "Un bel dì vedremo" de "Madama Butterfly", donde lució fraseo pucciniano, a la par de control absoluto de los reguladores y del tempo dramático.
Nadie quería abandonar la sala, de modo que vinieron los encores : el vals "Paris, mon amour", que da título a su disco de arias francesas; la "Habanera" de "Carmen" (Bizet), de exquisito frescor juvenil y a la vez de poderosa intensidad (el ramo de flores recibido le permitió hacer una gran escena y jugar con el pianista, convertido de una vez en Don José), y finalmente una repetición de "Adieu, notre petite table".
La artista tuvo un extraordinario colaborador en el pianista Antoine Palloc, quien ofreció piezas pianísticas de extrema delicadeza, como la transposición del interludio del acto V de la ópera "Don Quijote"; la "Méditation" de "Thaïs" y el bellísimo "In sogno", de Alfredo Catalani.
El recital fue la culminación de este octavo aniversario, que contempló también un concierto del virtuoso arpista Emmanuel Ceysson, arpa solista de la Orquesta del Metropolitan de Nueva York; un encuentro con el ballet "Coppelia", que demostró los avances de la Escuela de Ballet del Teatro del Lago, y el espectáculo "El carnaval de los animales", donde confluyeron los logros de las escuelas coral, de artes e instrumental.
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