Cerca de 28 mil personas participarán de las 240 actividades que programó la Cámara Chilena de la Construcción durante el año a lo largo de todo Chile. Aquí, un vistazo a una de ellas.
IÑIGO DÍAZ
"Los que tengan la idea de que no pueden tocar ni el timbre bien, les aseguro que esa creencia va a quedar hoy por los suelos", dice Pedro Greene (1949), reconocido músico de jazz, actual integrante de La Marraqueta, primer baterista de los Blops en 1964, e intérprete de diversas percusiones del mundo, con instrumentos que suenan desde Ayachuco hasta Angola.
Esta tarde Greene trae un centenar de esos instrumentos, frente a un batallón de trabajadores de la construcción, con cascos, zapatos de seguridad, chalecos reflectantes y antiparras de plástico. Son hombres y mujeres que trabajan en la modernización del Hospital del Trabajador de la Asociación Chilena de Seguridad (AChS), un proyecto que estará terminado en 2022, ahí, frente al Parque Bustamante.
"La música es el pan del alma, nos dijo una vez el famoso director de orquesta Leonard Bernstein", lanza Greene a su audiencia, secundado por su hijo, también baterista, Felipe. Ambos conducen una experiencia que se titula "Tambores del alma".
Es parte de un programa de intervenciones culturales impulsado por la Cámara Chilena de la Construcción, a través de su corporación cultural, que pretende enriquecer la experiencia laboral en las construcciones. Se han realizado en obras de todo Chile y el programa incluye 240 presentaciones durante el año que impactarán a cerca de 28 mil de trabajadores.
Música con señas
"Tambores del alma" es una de ellas, pero también itineran la compañía de percusión corporal Kumbá, Vinilos Bands, La Monona Orquesta y la bailaora de flamenco Fernanda García, quien, sobre un tablao que se instala en la obra realiza una presentación de baile, cante y música para recorrer la historia del flamenco y sus evoluciones.
Pedro Greene es el director de una orquesta de percusiones. "En sus oficios ustedes están dando todo para la construcción de un edificio que van a ocupar las familias chilenas. En la música se requiere lo mismo: una entrega total", anuncia.
Los trabajadores están premunidos de djembés y dununes africanos, darbukas árabes, bombos latinoamericanos, zurdos brasileños y todo tipo de accesorios, panderos circulares y hexagonales de la cueca brava, campanas, cencerros, claves y maracas.
En el anfiteatro natural que es la profunda excavación allí, por 45 minutos el sonido será un estruendo de ritmos diversos, que Greene va guiando a través de un sistema de señales para solicitar golpes básicos y otros más complejos, redobles, silencios, tutti , crescendos , diminuendos e intervenciones solistas de trabajadores que él selecciona a dedo sobre la marcha. "Cada ser humano es único y la diversidad es maravillosa. Lo que se genera aquí reúne a las personas en la dinámica de un todo, que se basa en preguntas y respuestas, fundamental en la percusión", dice.
Finalizada formalmente la sesión, los trabajadores no quieren abandonar los tambores. "Es todo felicidad, ni siquiera hay cansancio. Duelen un poco las manos, pero yo he tocado tambores alguna vez, en épocas playeras", dice el ayudante de carpintero Ricardo González. "Fue muy bueno estar aquí. Sirve para desestresarse y hacer algo distinto", agrega el jornal Álex Urriola. "Es mi primera vez con los tambores", cuenta María José Ramos, jefa del Departamento de Prevención de Riesgos allí. "Toqué el djembé y eliminé las tensiones", cierra Carla Moraga, de la oficina técnica.
"Los tambores tienen un propósito de conexión y es muy interactivo. No todas las actividades buscan lo mismo y todas tienen distintas dinámicas. Uno de los grupos toca un repertorio de la música de Perú, Colombia, Venezuela, Haití, que son nacionalidades que tenemos en la construcción. Cuando alguien reconoce una de ellas se pone a cantar naturalmente", cierra Matías Awad, gerente general de la Corporación Cultural CChC.
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