La Tercera
Tras un elogiado primer disco y una gira por Perú y Argentina, Francisco Victoria define su futuro en la música.
Por Bárbara Carvacho
“En cada lugar hubo una energía distinta”, cuenta Francisco Victoria, luego de su primera gira por Argentina. El solista, una de las voces más promisorias del pop local, se presentó la semana pasada en Buenos Aires, Rosario y Córdoba, donde encontró la misma buena recepción que ha tenido en Chile su debut discográfico, Prenda. Un elogiado LP producido por Álex Anwandter que también lo llevó a Perú, con dos fechas en Lima a comienzos de este mes.
“En Argentina todos se sabían las canciones y se produjo algo súper especial”, cuenta el músico, que utilizó de apodo a su tierra natal. El mismo pueblo del que escapó en cuanto cumplió 18 años, no sin antes haber viajado, todos los lunes durante tres meses, ocho horas seguidas hasta la capital.
Lo separaban 615 kilómetros del taller de composición que tomó en 2014 en la Corporación Cultural Balmaceda, con Anwandter como profesor. Así, el joven de 22 años vivió con un pie en cada ciudad, soñando con potenciar sus piezas mientras veía cómo Victoria se hundía en secretos de corte religioso, sexual y económico, acumulándose listos para explotar.
Es “milénico” con todas las de la ley. Se rige bajo la cultura queer y al ser consultado sobre gustos no tarda en agarrar el celular para enumerar los recientes: de Buscabulla a Serge Gainsbourg. Eso sí, de escolar pasó por “cosas más rockeras”, hasta que aterrizó en el Hot Billboard. “Cuando chico escuchaba a Los Tres, ponte tú, con sus letras de asesinato; y me di cuenta que andar con lentes de sol en la noche no era cool, que esta música no era la única ni la correcta. Apareció la melodía, aprecié bailar, me sentí mejor escuchando otras cosas. Tuvo que ver con que no soy muy heterosexual”, dice con risas.
“Salí de mi burbuja millennial para volver a escuchar las cosas que me llegaron primero”. Así recorrió a Violeta Parra. De hecho, Prenda no se llamaría así sin su fantasma rondándole la creatividad. “Tiene que ver con la idiosincrasia del campo, la escritura, con una prenda de vestir o quedar prendado con alguien”.
La palabra se repite en su disco, un largo y pulido codo a codo con Anwandter, su eterno profesor. Parte en una electrónica bailable, abre las puertas a un cuarteto de cuerdas y cambia a la acústica con varios músicos, logrando ocho canciones digeribles y apropiables por cualquier joven que dejó la adolescencia, pero que aún sufre los berrinches de la temprana edad. Una fórmula probada por el creador de Amiga, quien tuvo un rol importante en el registro sin meterse a dar órdenes. “Me dejó errar y perderme en los procesos para llegar a la solución. Confió mucho en mi criterio y esa es la mejor manera de aprender: que no te hagan las cosas”, cuenta Victoria.
Por de pronto, el intérprete de “Marinos” prepara su próximo show en vivo, programado para el 19 de octubre en el Bar Loreto, donde espera repetir el éxito que tuvo su lanzamiento el pasado 9 de junio en Matucana 100. Allí dio cuenta en escena de su propuesta estética y su imaginario, en el que se mezclan experiencias personales cursando educación católica y viviendo la violencia del pueblo chico e infierno grande.
“Todo lo que pasa donde crecí es oculto pero violento; acá es con megáfono”, dice sobre sus vivencias en Santiago, que inspiran parte del nuevo material que dará forma a su segundo álbum, distinto al relato construido en el sur que inspiró su debut. “El otro día fui con unas amigas a la marcha por el aborto libre ¡y apuñalaron mujeres! Es tan grande y en tu cara. Eso hace imposible encerrarse en uno y no estar viendo a los demás”, dice.
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