La Tercera
El éxito que la lanzó a la fama en 1967 se transformó en himno de la lucha por los derechos civiles en EE.UU., y hasta hoy se canta en marchas del #MeToo.
Por Matías de la Maza
El mito de la primera vez se repite a lo largo de la música popular. Ese que indica que la aparición de una simple canción, a veces, genera un impacto tal que es capaz de detener el tiempo por algunos minutos. Así al menos es el recuerdo que guarda la historiadora Elsa Dixler de la primera vez que escuchó “Respect” en voz de Aretha Franklin, según su crónica para The New York Times en 2014: “Íbamos saliendo de un restaurante en Brooklyn, cuando una tienda de discos puso una tornamesa en la calle 125 y comenzó a sonar “Respect” una y otra vez. Se armó una pequeña multitud alrededor. Todos conocíamos la versión de Otis Redding, pero nunca habíamos escuchado algo como eso”.
Ese hito de 1967 fue el nacimiento de la leyenda de Aretha Franklin, y llegó justo en el momento en que tenía que suceder. Tras casi una década intentando hacerse un espacio en la industria, su decisión de reinterpretar el tema de Redding la terminó transformando inmediatamente en un ícono, con un cover no sólo mucho más pegajoso y potente que el de su creador -quien reconocería resignado “esa canción ya no es mía”-, sino también más urgente. Porque si la canción original se centraba en un hombre que le pedía a su mujer que lo respetara cuando llegara a la casa, a pesar de serle infiel en otros momentos, la relectura de Franklin ponía a la mujer de protagonista, una que sabe que se merece el respeto de su pareja y se lo exige.
Si bien la cantante no grabó la canción como un himno político, sino como un mensaje transversal (coincidiendo además con su tormentoso primer matrimonio), “Respect” se transformó en un himno de los movimientos de los derechos afroamericanos y de las mujeres, que a fines de los 60 vivían etapas clave en Estados Unidos. Una mujer orgullosamente negra le decía al mundo que quería respeto, un mensaje que llegó al número uno de ventas en Norteamérica. “Me sorprendió que llegara a ese lugar, y que se mantuviera allí por semanas. Pero era la canción correcta en el momento adecuado”, dijo la solista a la revista Elle en 2016.
Si bien la “Reina del soul” celebró siempre el mensaje de empoderamiento femenino de la canción, fue también cauta al momento de analizar su influjo en el movimiento feminista. “Creo que eso [el feminismo] fue gracias a [la activista y periodista] Gloria Steinem. No creo que yo haya sido un catalizador para el movimiento de las mujeres. Pero si lo fui, ¡mucho mejor!”, comentaba a Rolling Stone en 2014.
Incluso no siendo su intención, el legado feminista de “Respect” ha sobrevivido generaciones: el año pasado se volvió a escuchar en marchas y actividades en torno al movimiento #MeToo, en contra del acoso sexual hacia las mujeres.
En contraparte, su estatus de ícono afroamericano tuvo una respuesta más activa de parte de la cantante. Debido al rol de su padre en el movimiento por los derechos civiles, Franklin conoció desde joven a figuras como los reverendos Jesse Jackson y Martin Luther King. De hecho, cantó en el funeral de este último en 1968. Por esa misma época, estableció una cláusula en su contrato de no tocar en lugares que hicieran separación de público según raza, mientras que en 1970 se ofreció a pagar la fianza de la activista Angela Davis cuando fue tomada detenida. Dos años más tarde, despejaría cualquier duda publicando el álbum Young, gifted and black (“Joven, talentosa y negra”).
Llorando su partida, ayer el ex presidente Barack Obama sintetizó así su legado: “Aretha ayudó a definir la experiencia americana. En su voz podíamos sentir nuestra historia, completa y con todas sus sombras, nuestro poder y dolor, nuestra oscuridad y luz, nuestra búsqueda por redención y nuestro bien ganado respeto. Que la reina del soul descanse en una paz eterna”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario