sábado, agosto 11, 2018

Teatro Municipal de Las Condes: Una "Traviata" tradicional, pero con limitaciones

El Mercurio

Juan Antonio Muñoz H.
Es notable que el Teatro Municipal de Las Condes haya programado diez funciones de "La Traviata" (Verdi), un título atractivo y difícil, del cual el público no habituado conoce poco más que el célebre "Brindis". La iniciativa es un gran esfuerzo, que se agradece porque da la posibilidad a mucha gente de acceder a un espectáculo lírico y porque permite que cantantes chilenos puedan trabajar en lo suyo y adquieran experiencia en un escenario.

Se optó por una producción ultra tradicional, con diseño de escenografía, vestuario e iluminación de Miryam Singer, quien ha destacado en otras ocasiones por sus puestas en escena innovadoras en lo visual y también en lo teatral. Esta vez, la ambientación fue cercana a lo que pudo ser un salón parisino de mediados del siglo XIX.

En un mundo donde el teatro lírico es rupturista y en el que los directores de escena suelen apartarse incluso de la trama de las obras representadas, ver una "Traviata" old fashion es casi una provocación. Esto es pertinente si se piensa en un público que se inicia en la ópera, pero también queda a la vista que incluso guardando las tradiciones escénicas hay que hacer aportes para que el todo no resulte anticuado y literal. No existió ese plus en este caso, salvo una que otra idea de régie , como el desmayo generalizado de todas las mujeres asistentes a la casa de Flora, en reacción a la violencia machista de Alfredo respecto de Violetta. Una idea discutible, pero en concordancia con estos tiempos de neo feminismo.

En lo visual, esta "Traviata" funcionó correctamente, si bien se habrían podido explorar mejor las paletas de colores para no caer en redundancias. En el acto primero, tanto el vestuario del coro como las paredes del salón eran en dorados, y en casa de Flora ocurría lo mismo, pero en rojo. Acertada la luz para ambas fiestas, pero algo faltó para la atmósfera lóbrega que debe primar en el último acto. Apropiada en general la vestimenta masculina y también los dos trajes principales de Violetta, en blanco-oro y negro-plata, casi un rito de reverencia al pasado; poco sentador (y como de otra ópera), sin embargo, el del segundo acto.

Se contó con una orquesta de 30 instrumentistas, bajo la dirección de Eduardo Browne, quien resolvió con dignidad los escollos de una partitura compleja y que coordinó adecuadamente foso y escenario. Primó, sin embargo, un sonido metálico y poco fluido. La expresividad también es un pendiente, aunque el preludio que abre el tercer acto tuvo la fuerza evocadora esperable, así como la tensión del concertante con que finaliza la fiesta de Flora. No sucedió otro tanto, en cambio, en "Amami Alfredo", punto culminante de la obra, ni con el final, momento de pujante realismo que necesita de una fibra dramática contundente. Gran problema fue la "acústica asistida", que llenó el espacio de ecos y reverberaciones molestas, lo cual pudo comprometer también el trabajo de los cantantes.

La soprano Pamela Flores está en proceso de crear su Violetta, rol de altísimas exigencias, destinado a una gran trágica. Su material no es en absoluto el indicado para el primer acto, que resultó difícil para ella. Avanzó durante la función, logrando buenos resultados en el dúo con Germont y también en "Parigi o cara" y en la escena de la muerte, a partir de "Gran Dio! Morir si giovine". Muy bien conducido el canto del tenor Brayan Ávila, Alfredo comunicativo, con voz de volumen suficiente, solvente llegada al agudo y fraseo perfectible. El barítono Pablo Oyanedel no tiene la línea de canto necesaria para Germont y debe desarrollar su acercamiento teatral para dar mayor aplomo al personaje. Junto a una ajustada participación del eficiente coro, cumplieron a cabalidad Yeanethe Münzenmayer (Flora Bervoix), Carla Paz Andrade (Annina), Nicolás Suazo (Barón Douphol), Pablo Santa Cruz (Doctor Grenvil), Felipe Catalán (Gastón), Alexis Valencia (Giuseppe/Commissionario) y Juan Carlos Contreras (Marqués d'Obigny). Estupenda la coreografía de gitanas firmada por Eduardo Yedro, con una excelente bailarina central.

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