El Mercurio
Jaime Donoso A.
El viernes, más de 150 intérpretes en el Teatro de la Universidad de Chile, bajo la dirección del italiano Aldo Sisillo, rindieron homenaje a Gioacchino Rossini, conmemorando los 150 años de su muerte. Se congregaron solistas vocales, el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile (director, Juan Pablo Villarroel) y la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, quienes bajo la conducción de Sisillo abordaron el "Stabat Mater" (1833), del compositor italiano.
El poema del siglo XIII, atribuido a diferentes autores, narra el desgarrador dolor de la Virgen al pie de la cruz , pero no solo es una contemplación pasiva del pesar infinito de la Virgen, sino una exhortación a compartirlo con ella: "¿Quién no se entristecería al ver a la madre contemplando a su hijo...? Madre fuente de amor, hazme sentir tu dolor". El poema contiene tal cantidad de imágenes que plasmarlo en música constituye un gran desafío para cualquier compositor. Así como las artes visuales han descrito la escena con múltiples aproximaciones, los compositores no han ido a la zaga: Palestrina, Vivaldi, Pergolesi, Haydn, Boccherini, Dvorak, Poulenc, Penderecki, Arvo Pärt, y otros, cada uno se ha involucrado con el enfoque propio de las convenciones de la época y con su estilo individual.
En la época de la composición, ya hacía cuatro años que Rossini había puesto fin a su producción operática y tanto por esta circunstancia como por la índole y seriedad del tema sacro, frente al encargo de componer el Stabat Mater, tuvo una natural reticencia. Una vez vencida, compuso la obra, aunque no abarcó el texto en su integridad. Después de varias vicisitudes, decidió completarla y la versión definitiva se estrenó en 1842, con pleno éxito, aunque hubo quienes la criticaron por su "exceso de teatralidad".
En la interpretación de esta obra es difícil conjugar los roles de tantos protagonistas con el mismo nivel de calidad. En esta versión felizmente se dio, y el resultado colectivo fue de gran nivel.
La soprano Francisca Cristopulos lució un bello y diáfano timbre, con gran aplomo en los agudos; la mezzo María Luisa Merino exhibió un muy atractivo color vocal y conmovedora expresividad; el tenor Luis Olivares, desde su primera intervención dejó en claro sus notables cualidades; el barítono Sergio Gallardo derrochó fuerza e impactante dramatismo. Un cuarteto insuperable.
El Coro evidenció una sólida preparación y estuvo magnífico tanto en los pasajes de gran intensidad como en los emocionantes momentos a cappella . La orquesta demostró disciplina y hermoso sonido, y Sisillo concertó a todos los intérpretes con excelente desempeño.
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