El Mercurio
Gonzalo Saavedra
Pepe Romero (1944) tenía 9 años cuando su padre, Celedonio, le presentó al entonces ya popular Paco Ávila con la siguiente instrucción: "Tú le enseñarás a Paco guitarra clásica, y él te enseñará a ti flamenco". Cada tarde, durante tres años, los dos músicos estudiaban a Francisco Tárrega, Isaac Albéniz, Fernando Sor, pero enseguida acompañaban el zapateado de la novia de Ávila, que era bailaora. De esa combinación de flexibilidad, destreza y naturalidad de la tradición flamenca, y sensibilidad, foco y sentido del color de la clásica nace el sonido que ha caracterizado la larga carrera de Romero, y del que sigue gozando, como mostró en el recital que dio en el Municipal de Santiago, el jueves. Un sonido "dulce", que, asegura el propio intérprete en el sitio especializado Tonbase.co, es el mejor piropo que se le puede decir a un guitarrista.
La primera parte del programa estuvo dedicada a transcripciones de piezas de Bach, Schubert, Schumann y Brahms, hechas con enorme oficio por el propio Celedonio Romero, y la intrincada "Introducción y variaciones sobre un tema de La flauta mágica", de Sor, que permitió al solista lucirse en su apego a la tradición clásica: minucioso, equilibrado, pero siempre cuidando el sentimiento.
El siguiente bloque partió con la "Fantasía húngara", de Johann Kaspar Mertz (1806-1856), que se inspira en el folclor magiar y que muestra que su compositor fue un virtuoso del instrumento. Luego, obras españolas, "Invocación y danza" (1961), de Joaquín Rodrigo, un homenaje postrero a Manuel de Falla que comienza con armónicos -perfectos y resonantes en esta versión- que imitan campanas lejanas y le sigue una sección rítmica, en algunos momentos frenética, con trémolos y frases insistentes: aquí aparece fugaz una cita de "El sombrero de tres picos" y, hacia el final, "El amor brujo". Excelente. De Federico Moreno Tórroba, un introspectivo y romántico "Nocturno" (1926) y la "Fantasía sevillana" (1923), de Joaquín Turina, quien se sirve de los aires de su tierra lleno de originalidad e inventiva.
El guitarrista ofreció con generosidad su rasgueo característico y despertó el entusiasmo de un público feliz y entregado. Para rematar, la colorida "Suite andaluza", de Celedonio Romero, con cinco números contrastantes que incluyen un tango y un zapateado con golpes sobre el puente. Agradecido del aplauso entusiasta, el intérprete todavía quiso tocar "Recuerdos de la Alhambra" (1896), de Francisco Tárrega, un esperado y muy justificado hit , y, siempre homenajeando a su padre en su feliz idea de unir los mundos clásico y flamenco, una Malagueña de juventud.
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