sábado, septiembre 29, 2018

Annalisa Stroppa: "Si calzo zapatos número 38, ¿para qué me voy a poner los número 39 o los 37...?"

El Mercurio

La mezzosoprano italiana es también profesora, y, desde su experiencia como maestra, sentencia: "Es necesario que se entienda que la música no es la Cenicienta de las materias". 

Por Juan Antonio Muñoz H.
Extrovertida, buena conversadora, apasionada por su trabajo, Annalisa Stroppa, nacida en Brescia, recuerda físicamente a la soprano húngara Sylvia Sass en su juventud, aunque en versión más compacta, mientras que su voz -guiada conforme las tradiciones de los años de oro de la ópera durante el siglo XX- tiene esa riqueza de colores y la ductilidad que se conoció en los inicios de las carreras de Giulietta Simionato y Fiorenza Cossotto.

Es la mezzosoprano italiana de más promisoria carrera en la actualidad, y por estos días se desvive cantando heroínas del bel canto como Cenerentola, Rosina, Adalgisa y Giovanna Seymour, con algunas extensiones a personajes tan diversos como la protagonista de "Carmen", Suzuki de "Madama Butterfly" y Nicklausse de "Los Cuentos de Hoffmann". Su debut internacional fue en junio de 2011, en Salzburgo, con "I due Figaro" (Los dos Fígaro), desconocida ópera de Saverio Mercadante, recuperada por Riccardo Muti para los festivales de Ravenna y Salzburgo, y que también se presentó en el Colón trasandino con puesta en escena de Emilio Sagi.

"La ópera sigue la trama de 'Las bodas de Fígaro' de Mozart. Yo canté Cherubino, que ahora ha crecido y que está enamorado de Inez, que es la hija del Conde y la Condesa. Es una muy entretenida historia. Con esa ópera pude conocer el Colón, que es una maravilla, con una acústica perfecta", dice Annalisa y cuenta que esto del canto se adueñó de ella siendo muy pequeña: "Tenía 9 años y cantaba de todo, pero principalmente ¡arias de ópera de tenor! Mi repertorio era 'Nessun dorma', 'Parlami d'amore, Mariù', 'Un amore così grande'... Nadie en mi casa es músico de profesión, pero sí se escuchaba música y había discos de los tres tenores -Domingo, Carreras, Pavarotti- y de Mario del Monaco. Yo los imitaba; en las fiestas, en los matrimonios, vestida de blanco, cantaba y entretenía a mis parientes. No tenía vergüenza de nada. Para mí era natural. Siempre he sido extrovertida, y cuando cantaba, era feliz".

"Debo decir que la naturaleza ha sido generosa conmigo. Por supuesto, yo he estudiado mucho, lo que es absolutamente necesario, pero mi voz estaba ahí. También estaba la pasión por cantar. Además, mi familia creyó en mí y siempre me dio el respaldo emocional que es fundamental en esto del canto".

"Mi carburante y mi juez"

-Usted, además, es profesora de niños (laureada en la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de Bérgamo).

"Sí. Es mi otra pasión. Enseñé durante seis años en la escuela elemental para niños. Trabajaba como maestra mientras estudiaba y fue una experiencia bellísima. Siempre digo que los chicos tienen un potencial loco (usa la palabra "pazzesco" ), aprenden todo. Solo hay que guiarlos bien, y hacerlo como jugando con ellos. A través de simples cuentos, ya en sus primeros años aprenden velozmente a solfear fragmentos musicales. Y lo hacen con una alegría inmensa. Si no hay estímulo, cómo se pueden conocer las cosas. Es imposible. Mi trabajo me dio muchas satisfacciones; vi incluso cómo algunos niños llevaron al teatro a sus padres".

-Al menos en Chile, la música no está muy presente en los programas educacionales.

"En Italia tampoco. Es necesario que se entienda que la música no es la Cenicienta de las materias. No se trata solo de tocar un instrumento, de cantar o bailar: se trata de poner en contacto a los niños con nuestro patrimonio cultural. Hoy día se da más relevancia a ramos que tengan que ver con la informática y cosas así, lo que está bien, pero se está perdiendo nuestra identidad. Hay que hacer entender a quienes arman los programas educacionales que a través de la música puedes enseñar historia, poesía, el ritmo del cuerpo, matemáticas y hasta geografía a través de los distintos tipos de música popular en el mundo... También hay que encontrar a los profesores que puedan enseñar la música de manera correcta, haciendo que los niños gocen y no solo que se preocupen del solfeo. Y qué decir de la ayuda que prestan la música y las artes en general en el desarrollo de los niños que tienen algún handicap . Ese es un capítulo enorme. Cuando una semilla está bien plantada, la planta crece y puede florecer. Si no se planta la semilla o se la planta mal, no se sabrá jamás de esa flor".

-Combinar una carrera en la ópera con hacer clases no es nada fácil.

"Es imposible. Tuve que hacer una elección. Esto de cantar es algo muy profundo para mí y quise probar qué podría hacer. Me inscribí en varios concursos y como siempre tuve buenos resultados, opté".

-¿Cómo describiría su trabajo?

"Este trabajo no es un trabajo. Condiciona la vida totalmente hasta en los aspectos más cotidianos: no hablar mucho en lugares ruidosos, descansar bien, no comer demasiado, tratar de no beber. Además está el tema de los viajes y la distancia de las personas que quieres. Por suerte ahora la tecnología nos ayuda a sentirnos más cerca. Pero me encanta mi trabajo, lo adoro. De verdad agradezco poder trabajar tanto".

-Cuando se abre la cortina, ¿cómo es su relación con el público?

"¡Ah, qué linda pregunta! Siempre-siempre siento una gran emoción, y también siempre estoy con la adrenalina a tope, sea que cante un rol nuevo o uno que ya conozco bien. El público me entrega de inmediato su energía; es mi carburante y también mi juez".

-¿Ha sentido miedo del público?

"No. El público se prepara para ir a la ópera y sale de su casa para escucharte. No es tu enemigo. Tú debes estar a la altura para transmitir bien las emociones".

-¿Y qué pasa cuando cae el telón?

"No puedo sacarme el personaje de inmediato. Para volver a ser Analissa, espero un momento. Hay veces que cuesta más; es distinto si he cantado Giovanna Seymour que Rosina, Adalgisa que Carmen. Al terminar 'Carmen', por ejemplo, quedo como vacía, siento que dejé todo sobre el escenario. Incluso con Suzuki me ha sucedido eso; salía llorando del escenario, pero con lagrimones verdaderos. Eso también me llena de alegría, porque quiere decir que no era solo Annalisa que estaba ahí interpretando, sino que he logrado hacer vivir un personaje".

Ser "la otra"

-Usted comenzó con Mercadante, Mozart, los belcantistas. Ahora también Bizet... ¿Hacia dónde siente que se encamina su voz?

"La voz es el resultado de tu madurez física. Ella sola te indica el camino. No hay que forzarla. Quiero seguir haciendo roles como Cenerentola, Rossina, Adalgisa... El repertorio francés creo que va bien conmigo; pienso que ya estoy pronta para Charlotte ("Werther"), Marguerite ("La condenación de Fausto")... No quiero quemar etapas. Hay que tener paciencia, saber decir que no. Si calzo zapatos número 38, ¿para qué me voy a poner los número 39 o los 37...? Siento que algún día haré 'La Favorita', pero no es el momento aún, lo mismo que Éboli ("Don Carlo"). Charlotte, en cambio, ya está pronta, en lo vocal y lo interpretativo".

-Tiene que buscar un buen Werther eso sí, lo que no es tan fácil... Jonas Kaufmann podría ser...

"(Se ríe) ¡Ah, sería un grandísimo honor! Canté con él Lola en la producción de 'Cavalleria Rusticana' de Salzburgo. Es un gran-gran artista".

-¿Cómo es cantar en "la prima della Scala"? Usted ya ha estado ahí dos veces...

"¡Es algo inolvidable y una responsabilidad enorme! Cuando canté Suzuki en puesta de Alvis Hermanis, bajo la dirección de Riccardo Chailly, antes de salir a escena experimenté una suerte de flashback de toda mi vida, de todo lo recorrido para llegar hasta ahí. Era tanta la emoción... Es impresionante estar ahí, escuchar el Himno de Italia, saber que la función se transmite en directo a todas partes del mundo... Puede sonar presuntuoso, pero uno se siente como embajador de la cultura italiana".

-La mezzo casi siempre es "la otra". La gustaría, alguna vez, ser la soprano amada, que sufre, que enloquece, que muere...

(Se ríe) "¡Es cierto, las mezzos solemos ser la otra! Pero a mí me gusta ser mezzo porque podemos transformarnos más, hacer roles travesti como Cherubino, Romeo, Octavian... En la ópera francesa tenemos muchas veces la posibilidad de ser la prima donna , y también la femme fatale , la gitana que vuelve locos a todos... Es cierto que en el bel canto somos 'la otra', pero son roles de mucha relevancia también. No cambiaría mi voz ni por nada".

-¿Cuáles son sus grandes referentes vocales?

"Tantos, tantos. De partida, en mi infancia, los tenores. Pavarotti era un mito para mí; lástima que no pude conocerlo en persona. Lo mismo Del Monaco. En 2009 estuve en el concurso Operalia y allí me escuchó Plácido Domingo y me invitó a cantar en su concierto el dúo final de 'Carmen'. Le respondí que yo no lo había cantado nunca y él me dice: 'No importa, tienes toda la noche para aprendértelo. Verás que te dará fortuna, porque tú eres Carmen'. Lo hice y fue bellísimo. También están todas las grandes mezzosopranos del pasado y las actuales, y Maria Callas, que permanece como un parámetro. En suma, los que han respetado su trabajo y se han consagrado a él. Me fascina ver a esos cantantes que después de 20 o 30 años de carrera salen a escena con el entusiasmo y la devoción por la música de cuando eran jóvenes. Esto es difícil, porque el mundo de la ópera se ha vuelto un correr y correr. Es lamentable, porque no estamos en una cadena de montaje, sino haciendo arte".

Entre el 27 de noviembre y el 7 de diciembre, Annalisa Stroppa cantará el rol de Adalgisa en "Norma" (Bellini) en el Teatro Colón de Buenos Aires.

No hay comentarios.: