El Mercurio
Gonzalo Saavedra
Uno podría quedarse solo con la técnica impecable, transparente en cada mecanismo, del legendario pianista uruguayo Homero Francesch; pero de su rigor, de su control meticuloso que no conoce sensacionalismos, nacen interpretaciones respetuosas del texto y sobre todo del espíritu que las cruza, y que agregan aun otras virtudes: elegancia, intención y versatilidad. El concierto que ofreció el viernes, en el Teatro Municipal de Santiago, abrió con la Sonata Nº 17 en Si Bemol Mayor, K. 570 (1789) de Mozart, extensa y amplia en su concepción, y que cuenta con una mano derecha muy activa en sus varios pasajes de protagonismo. Los adornos -esas notas rápidas que en algunos casos preceden a las que pertenecen propiamente a la melodía- en Francesch suenan perfectamente parejos, beneficiando una entrega sobria, muy musical.
Ni siquiera en Ravel, cuyos "Miroirs" vinieron enseguida, cae el intérprete en tentaciones de sobreexplicar con resabidos cambios de velocidad, dinámicas excesivamente contrastadas o un pedal que en otras versiones más al uso amplifica, tal vez, pero al mismo tiempo desdibuja. Las cinco piezas que conforman esta obra de 1904-5 son cuadros sonoros en los que se pueden identificar imitaciones del aleteo de unas polillas ("Noctuelles"), el gorgeo de pájaros ("Oiseaux tristes"), el vaivén de las olas ("Une barque sur l'océan") o el sonido de campanas que llega de lejos ("La vallée des cloches"). Francesch logró instalar esas imágenes y también mostró que el impresionismo y sus atmósferas no tienen nada que ver con la vaguedad: lo suyo es una clara y fluida precisión, un delicado equilibrio. El músico brilló en el cuarto número, "Alborada del gracioso", con temas españoles que surgen de un complejo entramado repleto de enormes escollos, y que aquí se escuchó como la cosa más natural. Excelente.
Luego del intermedio, la Sonata Nº 3 en Fa Menor Op. 5 (1853) de Brahms, con su exigente y sinfónica estructura de cinco (y no tres) movimientos, cada uno con su propio carácter. Entre muchos aciertos, el Andante espressivo - Andante molto , que alcanza un clímax de alta tensión emocional, que funcionó gracias a la concepción acabada de ese segmento y de toda la obra, y el energético Scherzo .
Era la primera vez que Homero Francesch tocaba en Chile. Para presentar su encore , el pianista dijo: "Con este aplauso, no puede faltar Schumann...", pero el apresurado suspiro de asentimiento del público lo interrumpió en el anuncio del título de la obra del compositor alemán que hacía referencia, justamente, a este debut: "De gentes y países extranjeros", la primera de las "Escenas infantiles" (1838).
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