martes, septiembre 25, 2018

Vicente Bianchi, el gran orquestador de la canción chilena

La Tercera

El Premio Nacional de Música fallecido este lunes a los 98 años nunca bailó al ritmo de otros. Amaba la música chilena, pero la hizo sinfónica. Orquestó a Neruda, pero no creía en su política. Era un hueso duro de roer: lo rechazaron 16 veces al Premio antes de ganar en 2016. El gobierno decretó un día de duelo oficial por su muerte. Sus funerales serán el miércoles en el Cementerio General.

Por Rodrigo González

Vicente Bianchi solía decir que había nacido un 27 de enero, una fecha gloriosa para la música aquí y en cualquier parte del planeta. Era el mismo día del cumpleaños de Wolfgang Amadeus Mozart y el compositor chileno sabía secretamente que su orgullo no era tan infundado: más allá de las coincidencias en el calendario, Bianchi también fue un prodigio. Empezó tocando el piano por iniciativa propia a los 6 años y a los 11 dio su primer concierto en el Teatro Municipal de Ñuñoa. Era un programa enteramente clásico y en 1931 cualquiera que hiciera eso tenía más posibilidades de ser un talento del género docto que otra cosa.

Pero no. Vicente Bianchi no estaba hecho de la misma madera que los Horowitz, Rubinstein o Arrau de este mundo. La radio lo atraía, el trabajo lo apremiaba y antes de cumplir 20 años ya era músico a sueldo en un programa de la radio Otto Becker que se llamaba El show del abuelito Luis. Ahí compartiría, entre otros, con Humberto Lozán, histórico cantante de la Orquesta Huambaly. De allá partiría a Buenos Aires, también en el terreno de la radio, donde acompañó desde la orquesta a las figuras más fulgurantes del momento en Latinoamérica, desde Libertad Lamarque hasta Pedro Vargas.

Aquella formación única, recogida en el libro Vicente Bianchi: relato visual de su vida y obra de Missael Godoy, de alguna manera entró para siempre en el flujo sanguíneo y en el ADN cultural de Vicente Bianchi, que ayer murió a los 98 años debido a una falla multisistémica derivada de problemas respiratorios. Hombre de carácter fuerte y gustos transversales, Bianchi se mantenía lúcido hasta el viernes pasado, ocasión en la que intercambió palabras con Godoy. En rigor, se mantuvo en condiciones relativamente óptimas durante una buena parte del año, incluso en marzo lanzó un disco con composiciones inéditas, interpretadas por la Orquesta de Cámara de Chile, dirigida por Alejandra Urrutia.

Aquel trabajo comenzó a gestarse antes de que se le concedieran el Premio Nacional de Música el 23 de agosto del 2016 y fue parte de una serie de buenas noticias que alegraron la vida del músico en sus últimos años, incluyendo un concierto con los mismos intérpretes en el Teatro Municipal, en noviembre de 2016. Es ahí mismo, en el principal recinto de la lírica nacional, donde su cuerpo es velado desde este lunes, sintomáticamente en la Sala Arrau. Continuará durante todo el día de hoy. El miércoles el cortejo partirá a las 12 horas con destino a la SCD (Bernarda Morín, esquina Condell), donde hará una parada desde las 12.30 a las 13 horas. Está previsto que la comitiva arribe a la Catedral Metropolitana a las 14 horas, donde se oficiará una misa. A eso de las 15.30 hrs. debería ser la salida al Cementerio General, pasando previamente por la Pérgola de las Flores. Precisamente en la Catedral de Santiago se contempla realizar un concierto con la Orquesta de Cámara de Chile y el Bafona.

El lazo nerudiano
Aunque quedan muchas obras de Vicente Bianchi por catalogar y hay bastantes discos que eventualmente podrían ser reeditados, es difícil que otras creaciones de él superen el impacto de sus musicalizaciones de los poemas de Neruda. Antes de Víctor Jara con el Poema 15 o Los Jaivas con Alturas de Machu Picchu, la poesía del Premio Nobel tuvo en Bianchi a su más eficaz y empático difusor musical. El interés por orquestar las letras del poeta después continuaría a través de otros métodos con la labor que desarrolló con la música chilena, muchas veces objeto de sus arreglos.
Todo comenzó en 1955, cuando trabajaba en la Radio El Sol de Perú. Allá musicalizó el poema Manuel Rodríguez, del Canto general (1950), y al llegar a Chile lo que trajo fue la famosa la Tonada Manuel Rodríguez. La misma de los versos “Puede ser un obispo, puede y no puede”. El Premio Nacional de Música recordaba de esta manera la impresión de Neruda al escuchar la canción en una entrevista concedida en 2010 a The Clinic: “Fue totalmente sorpresivo para él, porque no esperaba esto. Era totalmente ajeno. Palideció. Se paró, me abrazó, y me dijo: ‘Esto es lo que yo soñé toda mi vida, poder llegar de alguna forma al pueblo’”.

Posteriormente vendría un trabajo más o menos codo a codo con Neruda, con letras escritas especialmente para la ocasión y con canciones como Romance de los Carrera, Canto a Bernardo O’Higgins o A la bandera chilena, que se presentó en la competencia del Festival de Viña del Mar en 1973 y quedó en segundo lugar. Es más, en 1998 Bianchi musicalizó La noche de Chillán, que era en realidad la versión musical de los versos que el autor de Crepusculario le pasó a Bianchi durante un día de septiembre de 1973, ya bastante enfermo. La canción participó en el Festival de Viña del Mar de 1998 y ahí sí resultó ganadora.

Su espíritu transversal
Durante los años 60, Vicente Bianchi fue reincorporándose al territorio clásico que lo había visto nacer y fue esta la época donde su pluma dio a luz obras como la Misa a la chilena, Misa de la Cruz del Sur o el Te Deum. Es el período en que también sintonizó con los cambios en la Iglesia Católica registrados a partir del Concilio Vaticano Segundo y, en ese sentido, aquellas creaciones buscaban alinearse con las reformas a la doctrina social impulsadas desde ahí.

Bianchi fue un demócratacristiano durante toda su vida y participó en las campañas presidenciales de Eduardo Frei Montalva y Radomiro Tomic. A él se debe la música de la Canción de la Patria Joven, emblema del gobierno de Frei Montalva. En los 60 también musicalizó la película Ayúdeme usted compadre (1968), producción con Los Perlas, que hasta antes de El chacotero sentimental ostentó la marca de la cinta chilena más vista de todos los tiempos.

Durante el régimen militar logró trabajos en publicidad, en la composición y también dirigió el Centro Cultural de La Reina, del que fue despedido por diferencias políticas con el alcalde designado por Pinochet. Postuló una y otra vez al Premio Nacional, acumulando 17 nominaciones. Siempre era rechazado porque su carácter musical más bien mestizo, con un pie en la música popular, no gustaba a quienes privilegiaban premiar a los compositores doctos. Finalmente lo logró en 2016. Y aún le quedaban dos años de vida para contarlo.

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