sábado, septiembre 08, 2018

Bortolameolli en el mar de Mahler


Juan Antonio Muñoz H.
El concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil del domingo 2 de septiembre, en el Teatro de CorpArtes, quedará en la memoria como uno de los más emocionantes de estos años del siglo XXI: dio cuenta de un trabajo magnífico del grupo orquestal y marca el despegue definitivo del director Paolo Bortolameolli, enfrentado aquí, junto a sus músicos, a dos obras de extrema dificultad: la obertura "Egmont" (Beethoven) y, sobre todo, la Primera Sinfonía ("Titán"), de Gustav Mahler.

Bortolameolli está llamado a ser una figura más allá de nuestras fronteras y esto no solo porque pueda por estos días ser asistente en una orquesta como la Filarmónica de Los Angeles. Lo importante es su sorprendente imaginación expresiva; el dominio completo de una estructura musical a la que modela con libertad; el liderazgo cómplice con el que empuja a los músicos a llegar al límite de sus posibilidades; la construcción que logra del edificio sonoro, al punto de hacer sentir que el sonido no se pierde, y su afiatado gesto como conductor, certero y claro, enérgico, apasionado y cerebral a la vez, desatado y retenido.

Nada de eso es habitual. Ni aquí ni allá.

"Egmont" abrió el apetito, pero Mahler fue un despliegue sobrecogedor desde la nota en pedal con que parte el primer movimiento, Langsam , donde Bortolameolli llevó de la mano por este inicio curioso, de quiebres inesperados y de desarrollo como "en suspensión" que propone el compositor, con los recuerdos de su ciclo "Lieder eines fahrender Gesellen" (Canciones de un compañero errante), que poco a poco se van incorporando al cuerpo sinfónico. Un trabajo de joyería que se explaya, tensa y relaja al entrar las trompas, implicadas en un tema nuevo conducente a la alegría desatada del clímax.

Con imperio absoluto sobre el tejido orquestal, en el Scherzo , el joven maestro enfatizó un momento de descanso lírico, casi contemplativo, en medio del ambiente folclórico y alegre que emana de la memoria del Lä ndler (danza en compás de ¾, muy popular en Austria). La marcha fúnebre en Re menor -"al estilo del pintor (Jacques) Callot", en referencia al dibujante y grabador barroco, famoso por su representación de las clases campesinas y las cortes- parte con un solo de contrabajo (excelente Ana Belén Cartagena) que dibuja una variación de la canción infantil "Frère Jacques". Fue admirable cómo Bortolameolli logró fijar y mantener una atmósfera de nostalgia infinita en el contraste entre la "Trauermarsch" y los sonidos que van y vienen de la banda popular.

Finalmente, el cuarto movimiento, "Stürmisch", es el paso de las tinieblas a la luz. En ese mar agitato , Bortolameolli expuso la tragedia que habita el tema central, con las cuerdas en labor ininterrumpida, alcanzando la tempestad del alma que allí está expresada. Los dramáticos impactos de la percusión se sumaron al motivo heroico de los metales en un camino tortuoso, exasperado a ratos, al borde de la derrota, hasta llegar a la difícil victoria y el esplendor del Re mayor final.

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