sábado, septiembre 22, 2018

"El Barbero de Sevilla": Estupenda fiesta rossiniana

El Mercurio

Juan Antonio Muñoz H.
Este "Barbero de Sevilla" (Rossini, 1816) se alza como lo mejor -hasta donde vamos- de la temporada lírica 2018. Sus pilares son una dirección musical de alto nivel y una puesta en escena -que el público santiaguino conoce desde 2008- atractiva e inteligente.

José Miguel Pérez-Sierra, forjado junto a ese gran maestro rossiniano que fue Alberto Zedda, ofrece una lectura fina y, a la vez, chispeante de esta partitura colmada de detalles y que exige un gran control para lograr el balance entre voces y foso. Utilizó la edición Ricordi del mencionado Zedda, de manera que se pudo escuchar la orquestación fiel al original, sin faltas ni añadidos, con las arias en su tonalidad primigenia y el número exacto de instrumentos requeridos. Sin duda, a ratos suena "otro Barbero", a veces algo más cerebral, con ecos mozartianos en la obertura, pero siempre efervescente y con una elegancia nada habitual. Hubo momentos magníficos, como el trepidante final del primer acto -" Mi par d'esser con la testa in un'orrida fucina "-, un soberbio logro colectivo de músicos y cantantes, y la escena de la tempestad.

La música tuvo un buen aliado en la producción de Fabio Sparvoli, que ya se vio en las temporadas 2008 y 2013. Con escenografía de Giorgio Ricchelli, vestuario de Simona Morresi e iluminación de José Luis Fiorruccio, evoca el tardo siglo XVIII a través de siluetas estilo rococó, en un despliegue inagotable de ocurrencias lúcidas y divertidas. Escenas de belleza onírica, como el juego de paraguas que suben y bajan durante la tormenta, se suman al incesante movimiento diseñado por Sparvoli, casi una coreografía que exige figurantes que deben transitar entre la pantomima y el ballet. Perfecta la escenografía, transparente, distinguida y funcional.

Se contó con un muy buen elenco. Ya en 2013, el barítono Rodion Pogossov demostró que su material vocal es más que adecuado para Fígaro, y en esta ocasión desplegó aun mayor gracia y carisma. La mezzosoprano Victoria Yarovaya fue una Rosina de coloratura vertiginosa, voz cálida y grande, y cuidada línea de canto. El joven tenor Levy Sekgapane tiene todas las notas y resuelve con naturalidad los temibles ornamentos y saltos en el pentagrama con que Rossini viste al Conde Almaviva; el timbre, sin embargo, es ingrato y algo infantil, lo cual resta carácter al rol. El barítono José Fardilha, ovacionado, estuvo genial como el Dr. Bartolo y cantó estupendamente la difícil " A un dottor della mia sorte ", mientras que no lució de manera especial, ni en lo vocal ni en lo escénico, el bajo Pavel Chervinsky como Don Basilio. Berta fue Jeannette Fischer, soprano (como en la versión original) de gran desempeño teatral y notable en los brincos de registro, que el compositor impuso a su parte en el final del primer acto. Completó el reparto el óptimo Fiorello de Javier Weibel. Como siempre, estuvo muy bien en sus intervenciones el Coro del Municipal de Santiago (dirección de Jorge Klastornick).

No hay comentarios.: