viernes, septiembre 28, 2018

"El barbero de Sevilla", Municipal de Santiago: Un Barbero entretenido y con alto valor en la dirección orquestal

El Mercurio

Andrés Yaksic
Es grato poder reiterar en 2018 no poco de lo escrito en la crítica de 2013, cuando se repuso por primera vez esta inteligente y hermosa producción de 2008 a cargo de Fabio Sparvoli ( régie ), Giorgio Ricchelli (escenografía) y Simona Morresi (vestuario), esta vez con iluminación a cargo de José Luis Ferruccio. Mantiene todo su frescor y vigencia, con buen gusto e ingeniosidad. La movilidad de la escenografía, su transparencia y la agilidad general de la propuesta amplían las posibilidades escénicas con un llamativo trabajo de figurantes, como en el aria "La calumnia" o el interludio de "La tormenta", y cuadros complementarios que ilustran la trama sin distraer de lo principal.

Como factor nuevo y de alto valor, destaca el empleo de la edición crítica (1969) de la partitura debida a Alberto Zedda, máximo experto rossiniano, fallecido el año pasado y de quien fue asistente el director José Miguel Pérez Sierra. Cuando este afirma en el programa de sala que la apelación al manuscrito original y la depuración de múltiples deformaciones acumuladas durante dos siglos de práctica hacen que "la ópera sea completamente diferente", tiene firme fundamento: desde la obertura, su archiconocida música suena efectivamente distinta, más refinada y aérea. Conducida con ritmo chispeante por Pérez Sierra, la Filarmónica entrega una prestación encomiabilísima (pese a la tradicional fragilidad de los cornos), que se benefició de la estabilidad de contar con la misma batuta para ambos elencos.

Reencontramos en el elenco estelar a Sergio Gallardo, bajo-barítono que en las dos puestas anteriores encarnó a Don Bartolo. Sorteó las enormes dificultades vocales, con grandes exigencias de tesitura (numerosos Fa agudos) y los aterradores obstáculos de su gran aria "A un Dottor...". Evelyn Ramírez, quien también fue Rosina en 2008 y 2013, desplegó con soltura su mezzo , sin dificultades en la tesitura grave y el medium agudo, con gran capacidad de vocalización, correcta coloratura y atractivo timbre. El protagónico Fígaro fue confiado, como en 2013, a Patricio Sabaté, que confirma su comodidad en este rol con completo dominio actoral y vocal, excelente fraseo, buen volumen y proyección. El que en estos tres roles principales destaquen y se mantengan tres artistas nacionales habla bien de la formación técnica recibida y de una conducción prudente de sus carreras.

Gran desplante escénico del tenor argentino Santiago Ballerini en todas las personalidades que asume el Conde Almaviva, con simpáticos aciertos, como su "interpretación" al clavecín en la lección de música. Tras un comienzo algo tenso en lo vocal, fue progresando constantemente hasta culminar con éxito en la difícil aria "Cessa di più resistere", casi siempre omitida. La soprano Marcela González sacó partido de un papel ingrato: Rossini no le encomienda individualmente al rol de Berta, sino su pequeña aria di sorbetto en el segundo acto, de limitado lucimiento; sin embargo, le impone grandes exigencias vocales - staccato , sillabato - en el final del primero, pero como está cantando en sexteto con coro, suele resultar difícil advertir su aporte; aquí, sin embargo, fue apreciable. Un tanto incierto el Basilio de Álvaro Carrillo, cuyo volumen vocal presentó algunos problemas en los conjuntos. Correcto estuvo Eleomar Cuello como Fiorello. El reducido coro masculino cantó impecablemente y actuó con soltura, a la par de los ágiles figurantes.

Con notorio entusiasmo actoral, los solistas de este elenco estelar introdujeron aportes personales que engrosaron lo buffo y fueron bien recibidos por un público que disfrutó y rió mucho.

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