La Tercera
La suspensión de los shows de Gustavo Cordera, así como el veto de una radio a Los Tetas, son las últimas señales de lo que para muchos es un cambio de paradigma en la escena local y un nuevo tipo de condena para los artistas.
Por Ándres del Real
Gustavo Cordera nunca ha sido un tipo políticamente correcto. Ya lo sabía el público chileno, que en 2012 lo vio terminar su presentación en el Lollapalooza santiaguino completamente desnudo, en una performance que explicó como una muestra de su “fragilidad, sin corazas”. Fue una de las más recordadas provocaciones del solista argentino antes del que sería su último show en el país, a fines de 2015 en Maipú y ocho meses antes del episodio que partió su carrera en dos, cuando en una charla universitaria en su país declaró que “hay mujeres que necesitan, porque son histéricas, ser violadas”.
Desde entonces, la carrera del ex Bersuit Vergarabat no ha vuelto a despegar. Sus dichos le costaron un proceso en su contra en Argentina por apología del delito, en paralelo a una condena social que parece permanente y que ha traspasado fronteras. Así quedó de manifiesto la semana pasada, cuando la productora local que se aventuró a traerlo de vuelta a Chile -con una gira por tres ciudades en mayo- decidió cancelar los shows como respuesta a la campaña que se coordinó en redes sociales en rechazo a su visita.
Lo ocurrido no sólo deja la sensación de que pasará mucho tiempo antes que Cordera vuelva a pisar un escenario chileno. Además, marca un precedente en la escena artística local, que hasta ahora no había sido testigo de un concierto cancelado por presión popular y una campaña de repudio al artista de turno. Habría que retroceder hasta el frustrado debut de Iron Maiden en Santiago en 1992, o a los artistas cubanos que tuvieron prohibida la entrada al país en dictadura, aunque en ambos casos se trató de un poder de veto ejercido por la autoridad. Ahora, es la gente de a pie la que demuestra tener la última palabra, en especial cuando se trata de artistas que caen en comportamientos considerados misóginos o derechamente abusivos hacia las mujeres o las minorías sexuales.
Tal vez el neologismo que mejor sintetiza este nuevo estándar es el de “cancelar”, concepto que se masificó en redes sociales a fines del año pasado cuando el actor Kevin Spacey fue acusado de abusar de un menor. Desde entonces, el protagonista de House of cards y otros personajes de Hollywood que enfrentan acusaciones similares fueron “cancelados” por miles de usuarios del mundo, algo que se ha replicado en músicos que contravienen el estatus quo.
“Creo que le hace bien al país aclarar este tipo de situaciones desde el lenguaje. Si no aceptamos el nazismo con todo lo que significó en el siglo pasado, hoy no aceptamos que un cantante diga frases ligadas a un acto de violencia sexual”, comenta Claudia Dides, directora ejecutiva de Miles Chile, ONG que el año pasado realizó una campaña para que el colombiano Maluma no cantara en el Festival de Viña su éxito Cuatro babys, por considerar su letra “misógina e irrespetuosa de la dignidad de las mujeres”.
Francisca Valenzuela, que esta semana realizó la tercera versión de su festival feminista Ruidosa, ve este tipo de iniciativas como “una oportunidad comunicacional y de convocatoria para movilizar, concientizar y educar en lo que respecta al tema de género en el entretenimiento”. Para la solista, “ya no se trata de la percepción de algunas mujeres, esto es un problema social y cultural, relevante y transversal. Por lo mismo hay que usar estas herramientas responsablemente”.
¿Ni perdón ni olvido?
Tal vez el primer episodio local que dejó ver un cambio de paradigma fue el que protagonizaron Los Tres en 2014, criticados por la entonces ministra del Sernam, Loreto Seguel, por su video de Hey hey hey. Un clip que según comentó la autoridad en Twitter “naturaliza la violencia y el femicidio como forma de resolver conflictos”. Los músicos retrucaron por la misma vía, diciendo que “sólo una mente enferma y desviada podría considerar Hey hey hey una apología a la violencia contra las mujeres. Y mientras los penquistas declaraban “aborrecer” el femicidio, sus compinches mexicanos de Café Tacvba dejaban de tocar su clásico Ingrata como medida ante esta problemática.
Para Los Tres, el impasse no tuvo mayores repercusiones a futuro. Distinto es el caso de Los Tetas, que a casi un año de que su vocalista, Camilo Castaldi (Tea Time), fuera fomalizado por violencia intrafamiliar contra su ex pareja, siguen pagando el costo de lo ocurrido. De inmediato, recintos donde la banda solía actuar periódicamente -como Amanda y El Clan- vetaron al grupo de su cartelera, y esta semana se conoció que la radio Los 40 también los eliminó de su programación, lo que motivó el reclamo por Instagram de su guitarrista, C-Funk (Cristian Moraga): “Imagino que Los 40 tampoco toca reggaetón que denigra a las mujeres, no?”, preguntó el músico, quien optó por no dar declaraciones a este medio.
“Es muy triste por los otros integrantes de la banda, pero se entiende que suceda. Para que cambie el estatus quo alguien va a salir trasquilado”, dice el cantautor Nano Stern, cercano a los miembros restantes de la banda de Mamafunk. “Es esencial tener algún grado de sintonía con tu tiempo, con los que te van a escuchar. Cordera, por ejemplo, perdió esa sintonía, dijo una aberración en público y se tiene que hacer cargo”, añade.
Desde julio, Los Tetas no han vuelto a subirse a un escenario, mientras que el álbum que preparaban se encuentra congelado y sin fecha concreta de publicación. En tanto, otros grupos locales de la escena independiente con integrantes acusados de abusos hacia mujeres -como los serenenses Urban Monk- terminaron poniendo fin al proyecto o, en el mejor de los casos, reduciendo sus apariciones, como el trío Planeta No, que se mantiene en actividad aunque con un ritmo en vivo mucho más esporádico.
Cordera, por su parte, no ha podido recomponer del todo su carrera en Argentina y según diversas fuentes ha bajado significativamente sus tarifas. “Su convocatoria se vio resentida: pasó de tocar en el Teatro Gran Rex, para 3 mil personas, a locales como La Trastienda, para 700, aunque su núcleo de seguidores sigue muy fiel, incluyendo mujeres”, cuenta Sebastián Chaves, periodista de música del diario La Nación de Argentina.
Desde el entorno del trasandino explican que no darán declaraciones sobre lo ocurrido “para no generar más violencia y agresiones”, y afirman que los de Chile son los primeros conciertos que les cancelan desde que volvió a los escenarios tras un receso de diez meses. Y aunque el cantante pidió disculpas por sus dichos, éstas no han convencido a quienes aún esperan un mea culpa más contundente.
“No puede ser sólo pedir perdón, hay que ganarse las disculpas, tienen que ir asociadas a un acto concreto que implique un compromiso en cuanto a su forma de referirse a la mujeres. Creo que las mujeres merecemos eso”, comentan desde la ONG Miles.
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