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martes, abril 03, 2018
Capitán Memo, ícono de la ñoñería ochentera: “Para mí, Mazapán es fome”
The Clinic
Su voz marcó a toda una generación infantil que creció viendo los monos animados de los 80. El Capitán Memo, quien se llama Juan Guillermo Aguirre en la vida real, fue la persona que ideó las letras e interpretó las cortinas musicales de Capitán Futuro, He – Man, Marco, Spiderman, La Mujer Araña, Candy y La Pequeña Lulú, entre otros. Sin embargo, durante años su voz no fue asociada a ningún rostro y él, que desarrollaba una exitosa carrera como productor en Estados Unidos, tampoco se interesó por darse a conocer. Pero recién en el 2005, cuando fue a la tele a cantar estos éxitos a pedido, supimos de su existencia y se transformó en un ícono kitsch que ahora llena teatros chilenos, como lo hizo el fin de semana pasado en Espacio Belloni, y latinoamericanos.
Por Macarena Gallo. Fotografía. Alejandro Olivares
Mucho antes de hacer estos hits infantiles, soñaste con ser rockero. Tuviste una banda musical, incluso.
-Sí, una banda llamada We Five con la que tocábamos música de los Beatles, de los Rolling Stones.
¿Ya cantabas?
-Sí. Canto desde los cuatro años por mi mamá. Un día fuimos a la Fisa ¿y sabes quién estaba cantando rock? ¡El Peter Rock! Después que cantó, hicieron un concurso de quién quería cantar, me escapé de mi mamá y subí al escenario a cantar canciones de Nat King Cole. Esa fue mi primera vez en un escenario. Pero desde chico fui bastante rockero. Por eso formamos esa banda de rock con mis amigos del barrio y tocábamos en fiestas. Pero éramos tan malos que nos tiraban el hielo de los copetes. Éramos pésimos. Éramos como cinco guitarristas y un baterista. Nadie sabía los acordes. Espantosos. Esa fue la primera experiencia musical.
¿Hace cuántos años?
-Te estoy hablando de fines de los ’60 y principios de los ’70. Época jipi. Me habían echado del colegio San Gabriel por ser muy malo y fregado. Me juntaba con puros amigos malos. Y hacíamos leseras. Capeábamos clases. Fumábamos marihuana. Terrible. Todo lo malo que te puedas imaginar. Y me vine a un colegio chiquitito que se llamaba Los Leones donde llegaban los flojos podridos. Pero eran puros artistas y ahí formé otra banda con la que hacíamos rock. En vez de seguir en la música, estudié ingeniería comercial, porque mi papá me había dicho “no puedes ser músico, te vas a morir de hambre”. Y tenía razón: me habría muerto de hambre. Aburrido de Chile, me fui a Estados Unidos a realizar unos cursos de economía en el año 72. Viví en Miami, pero siempre había querido irme a California, me gustaba la onda jipi y quería saber de qué se trataba. Me fui sin un peso y empecé a cantar en la calle.
En Los Angeles eran tiempos de locura.
-Estaba un poquitito más calmado. Pero igual había una revolución cultural muy grande. Mucha droga. Estaba a full el movimiento homosexual. De hecho, había barrios enteros de gays. Nadie salía del clóset, pero en San Francisco se destapó todo. Y me quedé seis años de manera ilegal. No tenía papeles. Pero trabajaba igual. Hice todo lo que puedas imaginarte. Trabajé como bartender, pintando casas y canté en la calle. Un día me vio un gallo tocando y me dijo si quería tocar en su club de golf. Y me contrató. Ahí empecé a tocar todas las semanas. Tocaba de todo: bossa nova, canciones de rock en inglés, de Elvis, de los Beatles, de todos los idiomas. Me sabía como 600 canciones.
Eras un wurtlitzer con patas
-Una cosa así. Yo creo que después de aprender tantas canciones, se me produjo la facilidad para escribir melodías. Y tú sabes que todas las melodías están en tu cabeza.
¿Cuándo llegó el Capitán Memo a tu vida?
-En Los Ángeles, en el año 82. Me había ido allá porque estaban todas las compañías de discos y había firmado un contrato con RCA para hacer un disco en inglés. Nunca se lo habían ofrecido a un latino. En el tiempo que Emmanuel estaba en RCA, me ofrecieron el mismo contrato que a él pero en inglés. Me hicieron un disco, se gastaron muchísimo dinero, con composiciones mías. En ese tiempo me hacía llamar Santiago.
¿Por qué?
-Me lo puso uno de los gallos de la compañía de discos un día que estábamos en un estacionamiento. Yo me iba en el auto y él no se acordaba de mi nombre, entonces empezó a gritarme “¡Santiago, Viña, Temuco!”, ciudades de Chile para que pusiera atención, cosa que hice. El tipo era argentino y después me dice: “mirá vos, ¿sabés una cosa? me gusta el nombre Santiago Vinias”. Y me bauticé como Santiago Vinias. Y me duró un año hasta que llegó un rotito chileno a uno de los conciertos que me dijo “tenís nombre de recorrido de micro, ja, ja, ja”.
¿Cómo te fue con ese disco?
-Bien y mal. Me fue mal por problema mío. Tenía que hacer una gira por toda Latinoamérica durante un mes y medio promoviéndolo. Pero no pude, porque habían nacido mis dos hijas y no podía dejar mi casa. Pero al quedarme en Los Ángeles esta misma gente necesitaba un productor, un escritor y un cantante para hacer estas canciones para los monos que se daban en Latinoamérica. Y me contrataron. Así fue como empezó todo.
¿Cuál fue la primera canción que grabaste?
-La Mujer Araña. Después La Pequeña Lulú. Yo hacía las letras, la música y las cantaba.
¿Veías los monos antes?
-No. Me pasaban un betacam con las imágenes de los monos y un papelito con un resumen de los monos: “Esto empieza así, estos son los buenos, estos son los malos, luchan por el bien, por el mal”. Y de ahí para adelante a escribir. Las letras de los monos animados no apelaban a nada. Lo demás es puro bla bla. Las hacía de acuerdo a lo que me pedían y punto.
¿Te forraste con esa pega?
-Ojalá. No tenía ninguna experiencia editorial ni de música ni de nada, yo simplemente iba, tocaba la canción con la banda y listo. Hacíamos como dos o tres canciones por día. Éramos una fábrica de música. No me quedaba ni con un casete. Tampoco inscribí las canciones. Por eso fue tan sorpresivo cuando llegué a Chile en el 2004 y me empiezan a recordar que yo había hecho estas canciones. Recién ahí me di cuenta que todo el mundo se las sabía.
Nadie sabía quién estaba detrás de ese cancionero ñoño.
-Nadie. Ni yo sabía quién era yo. Pero un tipo, llamado Pato Bado, llamó a la radio y me ofreció el plan de grabar nuevamente estos temas porque, según él, serían un éxito. Yo no podía creerlo. Le dije “estái loco”, pero le dije que sí.
Desde que grabaste esas canciones en los 80, ¿qué había pasado contigo?
-Yo estaba viviendo en Estados Unidos, tenía mi vida y me dediqué a hacer muchas producciones de música. Grabé las canciones para la serie Dallas y Dinastía. Hice más de mil jingles. Tenía las cuentas de Mc Donalds, Chevrolet, Ford. Y grababa en Nueva York en unos estudios maravillosos. Teníamos mucho presupuesto y ganaba muchísimo dinero. Ahí sí que se gana plata. Uf. Para Ford había un presupuesto de cien mil dólares para cinco o seis canciones. Una cosa impresionante. Ahí me fue muy bien. Lógicamente, ni sabía lo que pasaba por estos lados ni me interesaba tampoco. Estaba demasiado envuelto en ganar plata. Y me entretenía muchísimo produciendo. Tenía mi onda allá. Y venía a Chile solo de vacaciones. Pero no tenía idea lo que pasaba con las canciones. Porque ese ciclo de los monos animados lo cerré en los mismos 80. Ni siquiera mi familia sabía que los había grabado.
Entonces, lo del Capitán Memo es reciente.
-Antes lo tomaba como una anécdota nomás, pero desde el 2005 empezó todo. Hicimos el disco y el que me ayudó mucho fue Rafa Araneda que me llevó a su programa sin que nadie me conociera, pero terminamos marcando un peak de 34 puntos esa noche. La gente cantó como loca. Yo lo encontraba una locura. No entendía nada. Salió el disco del Capitán Memo y se vendieron cinco mil copias en un día. Y fue número uno en Chile. Todavía tengo el diario, no puedo creerlo.
Y está pirateado.
-Claro. A mí se me acababan y yo compraba en la calle los pirateados para regalarles a los amigos, ja, ja.
Esas canciones son como la cebolla para los nerd. O sea, por un lado, cuando las escuchas se te cae el carnet y, por otro lado, se te vienen todos los recuerdos de infancia.
-Todas esas cosas me dicen que les pasa a la gente. En todo caso, esa música no es infantil, es bien rockera. De hecho, no es con flautitas y ese tipo de cosas.
No es como Mazapán.
-No, para mí Mazapán es fome. Pero para los niños debe ser lo más entretenido que hay. Te puedo decir que el público de Capitán Memo es de 25 a casi 50 años. La gente que va a mis conciertos es la mejor: Se emocionan mucho, se lo cantan todo, luego me cuentan sus recuerdos ochenteros. Es bien loco. Hicimos un concierto maravilloso en Tegucigalpa y fue increíble: la gente coreaba, se sabía todos los temas. En Panamá para qué te digo. Fui a un local donde entraban 2 mil personas y se llenó. Fíjate, que el dueño del local me dijo que había ido más gente que con Prince. Te lo juro por Dios. Ahí me di cuenta guau, esta cuestión es increíble. El capitán Memo tiene preso a Memo Aguirre, al cantante y escritor.
¿Eso te genera conflicto?
-Me hubiese gustado mostrar mi arista creativa que son más de mil canciones, pero las radios aquí no te van a tocar y ya perdí la esperanza de que funcione. No todo tiene que ser plata ni triunfo tampoco. Y mis canciones se las toco a mis amigos. Y de repente en los show cuelo alguna mía. Pero muy sutilmente. La idea no es engañar a la gente.
¿La música infantil de ahora qué te parece?
-No sé, no tengo idea, no veo nada. Pero sí escuché la de Bob Esponja y me encantó que sea medio desafinada.
EL CAPITÁN CONTINGENTE
En tus redes sociales, opinas de todo. Hablas de política.
-Es que tengo mi opinión de todo. Mira, esos buses que van vacíos. Uno, dos, tres. ¡Vacíos! Qué te parece. Otro vacío. Nadie reclama. Cómo es posible que la gente no ponga término a los problemas que hay acá. Y se podrían solucionar en un segundo, pero no lo hacen. Mira, otro más. Cuatro, cinco, seis. Te he mostrado siete, ocho vacíos. Todos estos buses vacíos están contaminando la ciudad después de las nueve de la mañana. Cómo no hay un párele a esto. Tú estás viendo. Y pasan y pasan. El centro está completamente taponeado por estas micros de dos cuadras cada una que paran a toda la ciudad. El problema es que nadie reclama en Chile. Hay problemas puntuales. Por ejemplo, el Parque Forestal. Cómo se soluciona el problema de los viernes y sábado donde hay drogas, sexo, maleantes, cuánta cosa. ¡Con cinco motos! Se soluciona con cinco gallos que estén desde las siete de la tarde en adelante dando vueltas.
En un momento, el alcalde de Santiago quiso enrejar el parque.
-Pero por qué enrejarlo si tienen policías. En los países desarrollados se solucionan los problemas de un viaje. Se puede ir al retén de Carabineros y decirles hagan eso. Y se los juro por Dios que van a solucionar el problema. No lo hacen. Entonces, empiezan los movimientos sociales, las cuestiones, no.
¿Qué te parecen los movimientos sociales?
-Hay algunos con los que estoy de acuerdo. Por ejemplo, con que la educación sea absolutamente gratuita, pero no en la universidad donde tienen que ir los mejores. La educación universitaria se gana. Los mejores tienen que estudiar. Porque si no, vamos a tener puros malos profesionales. Los profesionales tienen que ser becados si son buenos. Por ejemplo, mi hija en Estados Unidos fue la mejor alumna del curso y la becaron para estudiar gratis. Fantástico. La otra era flojísima y tuvo que pagarse los estudios. Y lo hizo igual. Trabajó más y estudió. Y se la pudo. Pero estoy de acuerdo en que la educación primaria y secundaria sea absolutamente gratuita y para los ricos también, porque cuando pones diferencias entre ricos y pobres es cuando se producen más problemas. Yo creo que el gobierno anterior hizo cosas buenas.
¿Bachelet?
-Sí. Hizo cosas pésimas y cosas muy buenas en ese sentido. Cuando volví a Chile encontré que la oligarquía y todas las empresas se aprovechaban de la gente. Estuve en todas las campañas en contra de las empresas que se coludían y le sacan el lustre a la gente. Pero los mismos que reclaman -porque esa es la actitud del ser humano- cuando tienen plata, van y se coluden con otro. No estamos entre buenos ni malos. Aquí los sistemas están malos. No es que la izquierda sea buena y la derecha sea mala. Somos todos iguales. La izquierda cuando tiene plata es igual de mala que la derecha. Por eso yo me he centrado. Voté por Bachelet, después por Piñera.
¿Por qué por Piñera?
-Porque me aburrí. Hay que darle espacio a la gente. Y Piñera tiene que haber aprendido del mal gobierno que hizo. Y ahora lo veo con muchas ganas de trabajo y de iniciar cosas. Ojalá funcione, si no voto por Bachelet de nuevo, ja, ja, ja. Pero, mira, si da lo mismo izquierda o derecha.
En primera vuelta, ¿también votaste por Piñera?
-No, voté por alguien que no me acuerdo el nombre. Había una que me cayó muy bien. Era un poquitito de izquierda.
¿Bea Sánchez?
-No me gusta la Beatriz Sánchez. Me carga esta cuestión de llevarse con reuniones, reunidos y más reuniones. Y me carga que no lleguen a nada. A mí me gusta efectividad. Hay un problema, se soluciona. No te estoy hablando de dictadura ni nada. Pero más al mando. Y que se mojen un poco más el potito. No tratar de complacer a todo el mundo. EL 90% de la gente no tiene idea dónde está parada. Por lo tanto, tenemos que confiar en gente más culta y más preparada que le solucione los problemas a los que no están preparados. No podemos estarle preguntando a todo el mundo.
No te acuerdas por quién votaste.
-¡Ah, por la Goic! La encontré súper inteligente. Y no tengo nada de demócrata cristiano. Pero me gustó. En los debates ganó lejos. Yo soy de centro izquierda por las ideas.
¿Estás a favor del aborto?
-Absolutamente a favor del aborto hasta los tres meses. La mujer tiene el derecho a su cuerpo y a lo que va a formar de su vida. Además antes de tres meses ni siquiera es feto, es una cosa que no tiene cerebro ni nada.
Piñera es más conservador en ese tema.
-En ese aspecto es más parecido a Kast.
¿Qué te parece Kast?
-Espantoso.
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